domingo, 5 de septiembre de 2010

¿Esclava yo?



Reconozco que aceptar mi condición de sumisa no me fue especialmente duro. Me lo tomé con bastante naturalidad. Otra cuestión distinta es que lograra ser buena sumisa, algo bastante complicado y que requiere explorar un largo y trabajoso camino, por el que aún paseo, con la suerte de disfrutar de un buen Guía.

Pero tuve otros acompañantes y otras experiencias anteriores, que me ayudaron a clarificar lo que deseaba y esperaba. De esta manera, concluí que la sumisión la llevaba dentro, entrelazada a mi ser, y necesitaba darle salida.

Deduje, además, que jamás me convertiría en esclava, no constituiría un objetivo a seguir en mi sendero hacia la D/s. ¿Ceder mis límites, dejarlos en manos de otra persona? ¡Qué locura más insensata! Inevitablemente, mis límites condicionarían siempre mi entrega, y así debía asumirlo aquel que me poseyera.

Conclusión esta que dejé patente no hace mucho en este blog... y ante la que ahora he de agachar las orejas (el rabo no, porque de eso no tengo).

Admito que mi deseo de ofrecerme al que me posee, provocó que pusiera todos mis límites en sus manos algo inconscientemente, fiándome simplemente de mi intuición (que, hasta ahora, pocas veces me ha fallado, todo hay que decirlo). Aún así, continuaban mis miedos y temores, preguntándome si estaba haciendo lo correcto traicionando unos principios que siempre consideré muy cabales e inamovibles. Además, ¿no me estaba precipitando demasiado?

Yo creía conocer el significado de entrega, de confianza. Pero estaba muy equivocada, como he podido comprobar ahora. Continúo limitada, es inevitable, pero todo eso lo he dejado en manos de mi Dueño. Confío en su mano, en su tiento, en su paciencia, para llevarme por donde Él desee. Ahora sí sé lo que implica la confianza: supone abandonarse totalmente en Él, entender que procurará mi bien y no perseguirá mi daño, que conoce mi potencial y hasta dónde podría llegar aunque yo no lo crea, y que sus decisiones serán meditadas.

¿Miedo? No, ya no. Supongo que encontraremos ocasiones en las que me cueste o no pueda acatar alguno de sus deseos, pero sé con certeza que sabrá orientarme con sabiduría. Por fortuna, Él no es perfecto, lo que me deja un margen de error para que yo tampoco lo sea. No obstante, quizá, aún quede un pequeño temor, el de no estar a la altura en algún momento... pero cuento con su comprensión y maestría.


No hay comentarios: